A partir del año, el niño quiere llevarse todo a la boca |
Eran las tres de la tarde y Luz Stella Bernal se encontraba en su oficina. De pronto sonó el teléfono y reconoció la voz, algo ansiosa, de la niñera de su hijo mayor, Federico, de un año. “¡Señora Luz, el niño se tragó una canica de cristal!”, se apresuró a decir. Luz se quedó muda. Unos segundos después llamó al médico de la familia, quien le contestó: “Si no se atoró, hay que esperar a que le salga solita”. Seis meses después, Federico no resistió la tentación de probar la arena de las playas de Santa Marta“. ¿Cuándo superará esta etapa?”, pensaba Luz. Lo que a su madre le costaba entender, en ese entonces, es que el comportamiento de su hijo era normal; obedecía a una necesidad natural por conocer su mundo, del que aún sabía muy poco, a través de la boca. Historias como la de Federico se repiten a diario; algunos llegan más lejos e incluso prueban tierra o pegante. Este tipo de comportamientos caracterizan la etapa oral. “La boca es casi la única zona erógena con la que un niño puede centrar su atención en un objetivo, estableciendo relaciones cognitivas y aprendiendo sobre su entorno”, explica Caterine Villamizar, directora académica del Centro de Desarrollo Infantil Kids Town. Este aprendizaje comienza desde que el bebé se encuentra en el vientre materno, donde se despierta su interés por actividades orales como la succión, que desarrolla como un reflejo antes de nacer. Una vez inicia la lactancia, el pequeño descubre el placer y bienestar que experimenta al estar en contacto con el seno materno. “Esta dinámica es muy importante porque eleva su autoestima y fortalece el vínculo del neonato con la madre”, dice Claudia Jiménez Chacón, sicóloga infantil de la Asociación Afecto. Luego, conforme va creciendo y hasta los dos años, aproximadamente, el proceso de agarrar objetos con sus manos, introducirlos en su boca y saborearlos, el cual asocia con un estado de placer, le permite descifrar qué sensación le producen (unas veces agradable, otras no) y qué textura tienen. Así empieza a conocer su cuerpo y todo lo que puede hacer con él. “Este movimiento de succión estimula acciones progresivas, como chupar, morder, mascar, balbucear y, más adelante, emitir silabeos lógicos para estructurar el lenguaje verbal”, añade Villamizar. Adicionalmente, cuando el niño se da cuenta de que puede alcanzar elementos a través de sus articulaciones, avanza un poco en su desarrollo sicomotor, lo que a futuro le facilitará producir movimientos con la coordinación adecuada. Según Johana Carolina Arias, estomatóloga pediatra, otro punto a favor es que le permitirá adquirir un sistema inmunológico más maduro al estar en contacto con diferentes microorganismos. “Recomiendo limpiar los juguetes para que no se presenten problemas como la diarrea y fomentar el cepillado de dientes para evitar la formación de caries”, dice. Aunque todas las fases del desarrollo se deben cumplir, tener en casa un pequeño que constantemente recoge todo lo que encuentra a su paso puede llegar a ser peligroso y estresante para algunos padres debido a que está expuesto a sufrir accidentes o infecciones. Pese a esto, un cambio de actitud y una dosis de creatividad pueden marcar la diferencia. “Muchas veces la reacción inicial es quitarle los objetos o impedir que los tome bloqueando la posibilidad de que el niño aprenda, y cuando queda con un tema pendiente por desarrollar, él va a buscar la manera de suplir esa carencia tarde o temprano. Por eso, hay que buscar un equilibrio y generar espacios para que pueda explorar de manera segura”, aclara Claudia Chacón. Una forma de hacerlo es obsequiarle juguetes que no tengan puntas y estén fabricados en materiales blandos como la goma, que incluso ayuda a aliviar la molestia que se siente cuando los dientes comienzan a brotar. Otra alternativa es el plástico, puesto que es fácil de esterilizar al secarse rápidamente. No se recomiendan la madera, porque puede maltratar las encías, ni los elementos en tela, cuya tinta en ocasiones es tóxica. También es importante proporcionarle objetos con texturas, sonidos y colores variados y permitirle probar diferentes alimentos como frutas ácidas, dulces, gelatina, avena o café, bajo la supervisión de un adulto y en cantidades moderadas, con el fin de que asimile su contextura y sabor. Si mientras aprende intenta introducir en su boca sustancias tóxicas como un pegante o un limpiador, el adulto debe hablarle en un tono de voz tranquilo y pausado. Por esto siempre se recomienda dejar las sustancias peligrosas lejos del alcance de lo niños.
“Quitarle con insistencia la mano de la boca y decirle “no” todo el tiempo solo lo motivarán a hacerlo nuevamente. Hay que ubicarse a su altura, mirarlo a los ojos y explicarle la utilidad de lo que toma. Además, es fundamental presentarle otras alternativas que sí sean seguras para que deje un poco de lado la idea de meterse todo a la boca”, sugiere Villamizar. Gritarlo, ser escandaloso, agresivo o darle palmadas solo lo convertirá en una persona ansiosa que quizás, al culminar la etapa oral, presente un retroceso y adopte conductas como comerse las uñas, chuparse el dedo o morderse el puño del saco con el objetivo de buscar aliviar una tensión. |